La verdadera Paz
LA PAZ SE CONSTRUYE, NO SE DECRETA
Me da tristeza escuchar en los medios con que facilidad se utilizan frases como “amor” “reconciliación y paz” cuando dichas palabras llevan consigo un compromiso de vida, que debe ser visible y tangible. ( Escrito basado en la encíclica “Christifideles laici”).
“Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da muchos frutos” (Jn 15,5). En el lenguaje eclesial fruto es similar a utilizar “servicio” y es una exigencia esencial de la persona. A esos frutos es que el dueño de la viña se refiere a aquellos frutos que permanecen. Dar frutos no es un proceso mecánico, ni nace por arte de magia, o por medio de un eslogan gubernamental, sino que es un estilo de vida, que posee características esenciales.
El primer fruto visible es la evangelización, esa que se hace realidad con nuestro ejemplo de vida en la familia, en los hijos, padres, amigos, compañeros de labores, vecinos, colegas, ese “testimonio” de que se puede vivir feliz siendo sencillo, austero, humilde, solidario, honesto, sincero. Un segundo fruto es la promoción de la “dignidad humana” que constituye una tarea esencial, es el bien más precioso que el hombre posee, y se manifiesta todo su fulgor cuando se considera su origen y destino. Reconocerla constituye el fundamento de la igualdad de todos los hombres entre sí. Así que toda discriminación es inaceptable.
Estructura una injusticia intolerable no sólo por las consecuencias que acarrea, sino porque daña al que la realiza como al que la recibe. Eso conlleva al efectivo y eficaz reconocimiento, promoción y defensa de los derechos humanos, la inviolabilidad de la persona, a su vida en primer orden, a su reputación, honra y vida privada. Así se debe defender a toda costa esos derechos, todo forma de quitar la vida como el aborto, eutanasia, suicidio, lo que viola la integridad, la infamia, calumnia, juicios viciados o políticos, toda forma o sistema político que pretenda dominar la mente ajena, como son las condiciones infrahumanas de vida, detenciones arbitrarias, hostigamiento gubernamental, amenazas, las deportaciones, la prostitucion, y trata de personas o las condiciones laborales degradantes.
El llamado eclesial al laico también cubre el llamado a la conciencia moral, que no puede sentarse a ver pasar y en silencio los avances tecnológicos sean instrumentos al servicio del hombre, y no viceversa, tener un criterio firme y humano frente a la biotecnología que implica una bioética. Un tercer fruto es la lucha por la familia y el matrimonio, célula indiscutible de la sociedad, la defensa de sus derechos y la promoción de la misma. La caridad como el servicio a la comunidad se realiza de maneras distintas por las personas unos somos servimos en el hogar, hacia mi cónyuge mis cercanos, mis amigos, colegas. Esa caridad ejercida solidariamente se hace cada día mas necesaria. Asi el voluntariado es un fruto de esa caridad que nace desde lo más profunda convicción de servicio. El laico esta llamado también a participar en la vida social y política de su comunidad, y mas en éstos tiempos, no se puede abdicar en la participación en la vida política, no se justifica que aunque lo político obtenga de la sociedad una opinión negativa la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en la relación con la cosa publica. La política debe ser la guía para el bien común de la sociedad, y no esta únicamente para un grupo, pues es necesario acabar con el mal entendido de que el cristiano no debe aportar en la política, con la superación de algunas tentaciones como el abuso de poder, la deslealtad, la mentira, y el despilfarro, el uso de medios ilícitos para conquistar, mantener y aumentar el poder.
El fruto de la actividad política solidaria, deseada por todos es la PAZ, por tanto la Iglesia invita a no permanecer perezosos ante la negación o puesta en peligro de la paz ya sea por un grupo, un gobierno o un Estado, y han de asumir la tarea de ser sembradores de paz, primero la paz interior con uno mismo que sólo se consigue con el creador.
La paz no es un decreto, sino un estilo de vida que se escoge y se siembra. La paz no se exige sino que se construye.
Me da tristeza escuchar en los medios con que facilidad se utilizan frases como “amor” “reconciliación y paz” cuando dichas palabras llevan consigo un compromiso de vida, que debe ser visible y tangible. ( Escrito basado en la encíclica “Christifideles laici”).
“Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da muchos frutos” (Jn 15,5). En el lenguaje eclesial fruto es similar a utilizar “servicio” y es una exigencia esencial de la persona. A esos frutos es que el dueño de la viña se refiere a aquellos frutos que permanecen. Dar frutos no es un proceso mecánico, ni nace por arte de magia, o por medio de un eslogan gubernamental, sino que es un estilo de vida, que posee características esenciales.
El primer fruto visible es la evangelización, esa que se hace realidad con nuestro ejemplo de vida en la familia, en los hijos, padres, amigos, compañeros de labores, vecinos, colegas, ese “testimonio” de que se puede vivir feliz siendo sencillo, austero, humilde, solidario, honesto, sincero. Un segundo fruto es la promoción de la “dignidad humana” que constituye una tarea esencial, es el bien más precioso que el hombre posee, y se manifiesta todo su fulgor cuando se considera su origen y destino. Reconocerla constituye el fundamento de la igualdad de todos los hombres entre sí. Así que toda discriminación es inaceptable.
Estructura una injusticia intolerable no sólo por las consecuencias que acarrea, sino porque daña al que la realiza como al que la recibe. Eso conlleva al efectivo y eficaz reconocimiento, promoción y defensa de los derechos humanos, la inviolabilidad de la persona, a su vida en primer orden, a su reputación, honra y vida privada. Así se debe defender a toda costa esos derechos, todo forma de quitar la vida como el aborto, eutanasia, suicidio, lo que viola la integridad, la infamia, calumnia, juicios viciados o políticos, toda forma o sistema político que pretenda dominar la mente ajena, como son las condiciones infrahumanas de vida, detenciones arbitrarias, hostigamiento gubernamental, amenazas, las deportaciones, la prostitucion, y trata de personas o las condiciones laborales degradantes.
El llamado eclesial al laico también cubre el llamado a la conciencia moral, que no puede sentarse a ver pasar y en silencio los avances tecnológicos sean instrumentos al servicio del hombre, y no viceversa, tener un criterio firme y humano frente a la biotecnología que implica una bioética. Un tercer fruto es la lucha por la familia y el matrimonio, célula indiscutible de la sociedad, la defensa de sus derechos y la promoción de la misma. La caridad como el servicio a la comunidad se realiza de maneras distintas por las personas unos somos servimos en el hogar, hacia mi cónyuge mis cercanos, mis amigos, colegas. Esa caridad ejercida solidariamente se hace cada día mas necesaria. Asi el voluntariado es un fruto de esa caridad que nace desde lo más profunda convicción de servicio. El laico esta llamado también a participar en la vida social y política de su comunidad, y mas en éstos tiempos, no se puede abdicar en la participación en la vida política, no se justifica que aunque lo político obtenga de la sociedad una opinión negativa la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en la relación con la cosa publica. La política debe ser la guía para el bien común de la sociedad, y no esta únicamente para un grupo, pues es necesario acabar con el mal entendido de que el cristiano no debe aportar en la política, con la superación de algunas tentaciones como el abuso de poder, la deslealtad, la mentira, y el despilfarro, el uso de medios ilícitos para conquistar, mantener y aumentar el poder.
El fruto de la actividad política solidaria, deseada por todos es la PAZ, por tanto la Iglesia invita a no permanecer perezosos ante la negación o puesta en peligro de la paz ya sea por un grupo, un gobierno o un Estado, y han de asumir la tarea de ser sembradores de paz, primero la paz interior con uno mismo que sólo se consigue con el creador.
La paz no es un decreto, sino un estilo de vida que se escoge y se siembra. La paz no se exige sino que se construye.
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